Javier Moreno.
Barcelona, La Garúa, 2015
Barcelona, La Garúa, 2015
Javier Moreno hace una literatura distinta. Al afirmar esto no pretendo en absoluto entregarme a la obsesión colectiva –y no por ello menos pueril- por “lo nuevo”. Decidir qué es nuevo y qué no lo es se me antoja una tarea difícil; o, cuando menos, no tan simple como reducir lo nuevo a lo que uno no ha leído o hace tiempo que no lee, porque, como es obvio, se corre el riesgo de que otros sí lo hayan hecho. Estoy convencido de que si los vates modernos tuvieran que lanzar una premisa sobre la poesía, dirían algo parecido a “la novedad antes que cualquier otra cosa”, a la manera de Rimbaud, o “antes muerto que anticuado”, recurriendo a modelos menos sofisticados.
Con todo y con eso, hay
muchos escritores que no dejan de arriesgarse en sus planteamientos ni
exigencias, sin entregarse por ello a esa persecución vacía de lo nuevo por lo
nuevo. Y en muchos casos, su literatura sí que resulta nueva, porque bebe de la
tradición y la sostienen –junto a una actitud inconformista- los mimbres de
muchas buenas lecturas. Es el caso de Javier Moreno, autor de las novelas
Buscando batería, Click, Alma, 2020 y Acontecimiento.
Todas ellas, en mayor o menor medida, han sido acogidas con entusiasmo tanto
por los lectores como por la crítica. Un entusiasmo moderado dentro de los
límites de aceptación y publicidad que tiene la buena literatura fuera de los
grandes grupos editoriales, claro está, pero suficiente como para situarlo en
un lugar de privilegio entre esa “inmensa minoría”. Aún así, es posible que, al
menos en el caso de 2020, tanto autor
como editores esperasen una repercusión todavía mayor de la que tuvo.
Ciertamente, con el poso de desengaño e indignación que ha dejado la última
crisis socioeconómica, el terreno era más que propicio para la lectura de esta
especie de distopía realista, irónica e inteligente, construida sobre un
fragmentarismo narrativo clásico y trepidante.
En cuanto a su obra
poética, Moreno ha recibido importantes reconocimientos como el Premio Nacional
de Poesía “Miguel Hernández”, con su libro Cortes
publicitarios, o el Premio Internacional de Poesía Joven “La Garúa”, con Acabado en diamante. En abril de este
año apareció La imagen y su semejanza,
su poesía reunida publicada por La Garúa, una editorial honesta y valiente que
lleva más de quince años ofreciendo buena literatura, luchando por mantenerse
en este exiguo mercado sin traicionarse
a sí misma. Considerado uno de los mejores narradores de su generación, la obra
poética de Javier Moreno merecía sin duda ser ofrecida a los lectores de esta
manera.
Aunque el mismo autor
aclara que no se trata de una antología ni de una recopilación exhaustiva de su
obra, es cierto que están todos los libros importantes, incluidos algunos inéditos.
Él mismo nos dice en el prólogo que pretende llegar a desentrañar su propia
biografía a través de la poesía, por eso inicia un método con este libro:
partiendo de un título va buscando todos aquellos poemas que tengan relación
con él, para ir trazando su biografía. Sabe que esto último es improbable, pero
si hay algo improbable en este mundo es la poesía.
Aunque resulte tópico,
su formación científica marca de manera determinante su obra, algo que en
nuestra tradición literaria todavía es bastante inusual. De todos modos, esta
afirmación no debe ser entendida como un intento simplista de etiquetar su
trabajo o de excluirlo del paradigma puramente literario. Javier Moreno es,
ante todo, un escritor eminentemente literario,
en la medida en que sus modelos e influencias remiten a un amplísimo abanico de
lecturas y a una indagación constante en la mejor literatura. De hecho, el
cientificismo de sus poemas no es más que una muestra de una gran cultura
humanística y de una búsqueda incesante de conocimiento.
Así las cosas, las
aproximaciones al discurso expositivo propio del lenguaje científico técnico
constituyen un rasgo de estilo de algunos poemas; una técnica de
distanciamiento que –como ya hicieron Borges y otros muchos- le sirve al autor
para cuestionar la realidad abriendo una vía paralela a la de la objetividad.
De este modo, cuando el arte subjetivo y el empirismo objetivo se equiparan,
surge la fractura en los cimientos de la torre de Babel y, de nuevo, nos vemos
arrojados al cuestionamiento inicial.
Sin embargo, es
necesario aclarar que la mezcla de discursos e interdisciplinariedad no se
reducen al campo de las matemáticas o de la ciencia, sino que encontramos
incursiones constantes en la música, en el cine, en la pintura, en la
publicidad, componiendo las piezas de un mosaico complejo y e imposible de
encasillar.
En definitiva, un autor
francamente recomendable. Quien se aproxime a su obra encontrará la dosis justa
de ironía, humor e inteligencia, un homenaje a la curiosidad y, por supuesto, a
la buena literatura.
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