viernes, 16 de octubre de 2015

"La imagen y su semejanza" de Javier Moreno.








La imagen y su semejanza
Javier Moreno.
Barcelona, La Garúa, 2015













Javier Moreno hace una literatura distinta. Al afirmar esto no pretendo en absoluto entregarme a la obsesión colectiva –y no por ello menos pueril- por “lo nuevo”. Decidir qué es nuevo y qué no lo es se me antoja una tarea difícil; o, cuando menos, no tan simple como reducir lo nuevo a lo que uno no ha leído o hace tiempo que no lee, porque, como es obvio, se corre el riesgo de que otros sí lo hayan hecho. Estoy convencido de que si los vates modernos tuvieran que lanzar una premisa sobre la poesía, dirían algo parecido a “la novedad antes que cualquier otra cosa”, a la manera de Rimbaud, o “antes muerto que anticuado”, recurriendo a modelos menos sofisticados.


Con todo y con eso, hay muchos escritores que no dejan de arriesgarse en sus planteamientos ni exigencias, sin entregarse por ello a esa persecución vacía de lo nuevo por lo nuevo. Y en muchos casos, su literatura sí que resulta nueva, porque bebe de la tradición y la sostienen –junto a una actitud inconformista- los mimbres de muchas buenas lecturas. Es el caso de Javier Moreno, autor de las novelas Buscando batería, Click, Alma, 2020 y Acontecimiento. Todas ellas, en mayor o menor medida, han sido acogidas con entusiasmo tanto por los lectores como por la crítica. Un entusiasmo moderado dentro de los límites de aceptación y publicidad que tiene la buena literatura fuera de los grandes grupos editoriales, claro está, pero suficiente como para situarlo en un lugar de privilegio entre esa “inmensa minoría”. Aún así, es posible que, al menos en el caso de 2020, tanto autor como editores esperasen una repercusión todavía mayor de la que tuvo. Ciertamente, con el poso de desengaño e indignación que ha dejado la última crisis socioeconómica, el terreno era más que propicio para la lectura de esta especie de distopía realista, irónica e inteligente, construida sobre un fragmentarismo narrativo clásico y trepidante.  

En cuanto a su obra poética, Moreno ha recibido importantes reconocimientos como el Premio Nacional de Poesía “Miguel Hernández”, con su libro Cortes publicitarios, o el Premio Internacional de Poesía Joven “La Garúa”, con Acabado en diamante. En abril de este año apareció La imagen y su semejanza, su poesía reunida publicada por La Garúa, una editorial honesta y valiente que lleva más de quince años ofreciendo buena literatura, luchando por mantenerse en este exiguo mercado  sin traicionarse a sí misma. Considerado uno de los mejores narradores de su generación, la obra poética de Javier Moreno merecía sin duda ser ofrecida a los lectores de esta manera.
Aunque el mismo autor aclara que no se trata de una antología ni de una recopilación exhaustiva de su obra, es cierto que están todos los libros importantes, incluidos algunos inéditos. Él mismo nos dice en el prólogo que pretende llegar a desentrañar su propia biografía a través de la poesía, por eso inicia un método con este libro: partiendo de un título va buscando todos aquellos poemas que tengan relación con él, para ir trazando su biografía. Sabe que esto último es improbable, pero si hay algo improbable en este mundo es la poesía.

Aunque resulte tópico, su formación científica marca de manera determinante su obra, algo que en nuestra tradición literaria todavía es bastante inusual. De todos modos, esta afirmación no debe ser entendida como un intento simplista de etiquetar su trabajo o de excluirlo del paradigma puramente literario. Javier Moreno es, ante todo, un escritor eminentemente literario, en la medida en que sus modelos e influencias remiten a un amplísimo abanico de lecturas y a una indagación constante en la mejor literatura. De hecho, el cientificismo de sus poemas no es más que una muestra de una gran cultura humanística y de una búsqueda incesante de conocimiento.
Así las cosas, las aproximaciones al discurso expositivo propio del lenguaje científico técnico constituyen un rasgo de estilo de algunos poemas; una técnica de distanciamiento que –como ya hicieron Borges y otros muchos- le sirve al autor para cuestionar la realidad abriendo una vía paralela a la de la objetividad. De este modo, cuando el arte subjetivo y el empirismo objetivo se equiparan, surge la fractura en los cimientos de la torre de Babel y, de nuevo, nos vemos arrojados al cuestionamiento inicial.   

Sin embargo, es necesario aclarar que la mezcla de discursos e interdisciplinariedad no se reducen al campo de las matemáticas o de la ciencia, sino que encontramos incursiones constantes en la música, en el cine, en la pintura, en la publicidad, componiendo las piezas de un mosaico complejo y e imposible de encasillar.

En definitiva, un autor francamente recomendable. Quien se aproxime a su obra encontrará la dosis justa de ironía, humor e inteligencia, un homenaje a la curiosidad y, por supuesto, a la buena literatura. 


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